lunes, 5 de diciembre de 2011

La egemonía de tres partidos,

A partir del año 1966 hasta la actualidad, el panorama político dominicano se ha desenvuelto dentro de un contexto que ha girado en torno a la hegemonía de tres partidos, que representan la derecha política dominicana:  perredé,  peledé y  reformista. El periodo que se inicio en 1966 y termino en 1978 se caracterizó por el predominio del fraude electoral a favor del gobierno encabezado por Joaquín Balaguer y por su política de exterminio a los participantes del bando constitucionalista en la contienda bélica de Abril de 1965. Los gobiernos que han detentado el poder a partir de 1978, han sido una continuidad del de los 12 Años y han llevado el país al   atolladero, a un callejón sin salida.  Han aplicado políticas económicas antipopulares, auspiciadas por el FMI, que aumentan la pobreza y hambrean amplios sectores poblacionales. Han permitido la depredación y extinción de cientos de ríos  en toda la nación y el desmonte de miles de hectáreas de montañas, poniendo en serio peligro de desertificar el país, como ocurre en Haití.  Estos malos gobiernos de la derecha han actuado como los huracanes batateros, que en el decir del argot campesino, significa que han arrasado con todo, dejando solo el suelo pelado, que tampoco se ha salvado, porque han implementado una política antinacional, de permitir y auspiciar la venta, al mejor postor, de importantes espacios territoriales de la Republica, especialmente la franja costera y las cordilleras, fuera de todo control gubernamental.  Todo esto ocurre en combinación con la  aplicación de políticas alienantes en el plano ideológico y cultural. Por todos estos motivos, en las elecciones presidenciales se registran altos  niveles de abstención, que promedian por encima del 28% de los votantes, como puede demostrarse mediante el análisis de las elecciones correspondientes al periodo 1978-2008.  En 1978 la abstención fue de 23.64%; en 1982, de 26.11%; en 1986, de 27.76%; en 1990, de 39.76%; en el 2000, de 24%, correspondiente a 1,014,312 votantes; en 2004, de 27%, equivalente a 1,363,853 votantes y en el 2008,  de 29%, correspondiente a 1,650,743 votantes. Estos datos permiten observar que el nivel de abstención en las elecciones del 2008 alcanzó casi el 30%, lo que evidencia una creciente desconfianza del electorado en los partidos de la derecha, que tienen una vieja deuda social con la sociedad dominicana, al no dar respuestas a los clamores reivindicativos de amplios sectores de la población. El discurso del presidente Fernández, cuya esencia es anti-patriótica y anti-popular, pretende manipular la opinión de la ciudadanía, mediante el uso de datos estadísticos que no reflejan la realidad que vive la nación. Por ejemplo, cuando en una ocasión dijo que la tasa de inflación era de un 4%, en contradicción con los palpables incrementos de hasta un 100% en los precios de muchos de los alimentos que componen la canasta familiar, en las medicinas, en la tarifa  eléctrica, etc., lo cual provoca la pregunta de ¿A qué país se refiere el presidente Fernández cuando hace alusión a esos índices inflacionarios? En su discurso, el presidente también usa elementos virtuales y estructuras simbólicas, con la intención de impresionar favorablemente a la población con un proyecto de gobierno peledeista, esencialmente cibernético, que contrasta con la realidad y con los bajos niveles en que ha caído la calidad de vida del pueblo dominicano. De ahí surge el cuestionamiento de que se debe hacer ante el panorama de tres partidos, ya reducido a dos, que han desgobernado el país de manera ignominiosa durante casi cinco décadas y que actúan de común acuerdo para garantizar su gobernabilidad y mantenerse en el poder del Estado.  Que se han hecho cómplices en el endeudamiento externo del país; en los acuerdos onerosos con el FMI; en la imposición del siniestro DR-CAFTA; en la entrega a empresas transnacionales de los recursos naturales, sobre todo los del subsuelo; en la destrucción  del aparato productivo nacional;  en la destrucción del ecosistema, incluyendo los recursos hídricos del país.  Con el agravante de que algunos medios   de comunicación han estado entrelazados con estos  gobiernos y en gran medida han contribuido para que las voces alternativas permanezcan silenciadas. Es obvio que con las luchas reivindicativas que se desarrollan de manera constante en las calles y avenidas del país y los grandes retos que presagia  el futuro, aumentan los niveles de conciencia del pueblo dominicano, sobre la necesidad que tiene la nación de que se realicen cambios profundos en el país, principalmente en su estructura política, económica y social, a los fines de contrarrestar el desaliento y la desesperanza impuesta por el peledé y el perredé, es decir, la derecha política dominicana, que tiene aherrojada a una parte significativa del electorado y la opinión pública nacional. Por todos esos motivos, es imprescindible para el progreso del país y del pueblo dominicano, que se derrote, más temprano que tarde, esa maquinaria infernal peledeísta y perredeísta, que corroe y destruye los cimientos estructurales de la nación; asumiéndose en las venideras elecciones un voto de conciencia en contra de estos dos partidos y a favor del partido o el candidato que representa el pensamiento alternativo, progresista y patriótico, que encaminara la nación hacia el desarrollo sostenible

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