lunes, 9 de abril de 2012


Abril, 02 2012 - Política/Estado , Sociedad , Columna
Escrito por: Chiqui Vicioso (luisavicioso@hotmail.com)

Difícil para una intelectual entrar al espacio de lo político, tal y como se entiende la política, como militancia partidaria, porque entramos a la política desde que comenzamos a pensar, aun cuando nos creemos y proclamamos "apolíticos". No militar es ya una decisión política que se traduce en el apoyo pasivo a lo existente.


Es ahí donde colidimos los y las intelectuales "apolíticos" y quienes entendemos que las cosas no cambian por la ley de la gravedad o porque se agravan y entonces, de manera espontánea, la gente se molesta y cambia las cosas. El surgimiento de los indignados ha demostrado esta verdad, ya que no pasa de un desahogo colectivo donde la juventud se expresa, se instala en un espacio y luego se retira frustrada viendo que los muros de su desencanto o furia no colapsaron.

¿Qué hacer? ¿Morirnos de asfixia moral como don Pedro Henríquez Ureña o como don Pedro Mir, quien nos dijo, en uno de sus últimos anos nuevos: "Me estoy muriendo de la derrota de mi generación”?

Esta pregunta adquiere dimensiones multiples cuando se trata de la población femenina, a la cual se le ha socializado para creer que la política es "cosa de hombres".

Ajenas al ejercicio convencional de la política, desconocedoras de las reglas creadas e impuestas para el quehacer político, la generalidad de las mujeres observa de manera crítica como se descuartiza al país, como se le esquilma, como una y otra vez se frustran nuestras ilusiones de que tal o cual dirigente cambien las cosas.

Entonces nos amargamos, nos frustramos y nos quejamos, no entendiendo que nadie que se apodere del poder lo va a abandonar generosamente para que otro u otra tenga la posibilidad de luchar por lo que cree, de parir sus sueños.

Las mujeres también observamos a las que "logran triunfar" políticamente, quienes, con honrosas excepciones, imitan a los hombres y se vuelven manipuladoras, grandilocuentes, mentirosas, cualquierizadas, y nos agarramos de esos modelos para justificar nuestro abstencionismo. ¿Tí ves?, me dicen, ¡tanto que hablo para convertirse en un político tradicional con faldas!

Hastiada de este manejo de la población femenina, de esta manipulación de la pobreza vía la dadiva para el fomento de ambiciones de notoriedad, he decidido dar un paso al frente y asumir la candidatura a la vicepresidencia de Alianza País, una organización política que propugna por convertirse en una tercera fuerza.

Yo me arriesgo. ¿Quiénes se arriesgaràn con nosotros y nosotras este próximo mayo, en una gran alianza País?

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